Desde la cabeza, The New York Times es contundente: “México engañó a ciudadanos sobre la gravedad del brote en su capital”. Luego un sumario: “El Gobierno federal tenía datos que deberían haber provocado un cierre inmediato a principios de diciembre. En cambio, mantuvo la ciudad [de México] abierta durante otras dos semanas”.
“Lo firma Natalie Kitroeff, quien tiene otros textos sobre la región (México, Cuba, Guatemala…). “A principios de diciembre, la pandemia estaba rugiendo en la Ciudad de México: después de disminuir durante el verano, el virus se propagaba rápidamente, las hospitalizaciones aumentaban y los ventiladores se estaban agotando. A pesar del aumento, los funcionarios federales aseguraron al público durante una sesión informativa el 4 de diciembre no había alcanzado el nivel crítico de contagio que, según los propios estándares del Gobierno, requeriría cerrar su economía”.
De hecho, agrega The New York Times citando su propio análisis, la capital había superado ese umbral. “Sin embargo, permaneció abierta para los negocios, sus calles atestadas de compradores, sus restaurantes llenos de comensales. En lugar de cerrar la economía, el Gobierno federal engañó al público sobre la gravedad del brote y permitió que la Ciudad de México permaneciera abierta durante otras dos semanas, según funcionarios y una revisión de documentos gubernamentales”.
Hugo López-Gatell, Subsecretario de Salud, “había dicho en una conferencia de prensa que el sistema de semáforos era un ‘instrumento objetivo’ sobre el cual ‘no puede haber negociaciones’. Pero en su cálculo de principios de diciembre, el Gobierno utilizó dos cifras que eran más bajas que las cifras oficiales publicadas en otros lugares”, según los documentos del Times.
“En un documento del 4 de diciembre firmado por López-Gatell que notificó a Sheinbaum sobre el cálculo del riesgo, el Gobierno federal afirmó que solo el 45 por ciento de las camas de hospital con ventiladores estaban llenas. López-Gatell había informado en público anteriormente que 58 por ciento de las camas con ventiladores estaban ocupadas. Y una revisión de la base de datos que utiliza el Gobierno en el cálculo del riesgo mostró que la ocupación de camas de hospital con ventiladores en la Ciudad de México no había bajado del 50 por ciento desde principios de noviembre”, dice el diario.
“El documento que López-Gatell le envió a Sheinbaum también afirmó que el 25 por ciento de las pruebas de coronavirus en la ciudad dieron positivo a fines de noviembre. Pero los propios datos del Gobierno federal muestran que más del 35 por ciento de las pruebas tuvieron un resultado positivo durante ese período. Si, en ambos casos, el Gobierno hubiera utilizado las cifras más altas informadas por sus propios expertos en salud pública, el total de puntos de la ciudad habría llegado a 33, provocando una advertencia de luz roja y requiriendo un cierre”, dice el texto publicado hoy.
“En cambio, los funcionarios del Gobierno insistieron en que la ciudad tenía un nivel de riesgo moderado (naranja, bajo su sistema de semáforos) y que no había necesidad de medidas de salud más estrictas”.
“México decide cuándo cerrar la capital de la Nación y cada uno de sus estados con base en una fórmula que considera los últimos números de casos, hospitalizaciones y muertes. Cuando el Gobierno introdujo el sistema, los funcionarios les dijeron a los mexicanos que sería una medida transparente y objetiva de la propagación del virus. Pero este mes, el Gobierno utilizó en su cálculo dos cifras que eran más bajas que las cifras que había puesto a disposición del público en otros lugares, produciendo un resultado que permitiría a la capital, una ciudad de nueve millones de habitantes, mantener los negocios abiertos en las ocupadas semanas de principios diciembre”.
“El Gobierno finalmente tomó medidas para cerrar la ciudad el viernes. Para entonces, los hospitales de la capital estaban desbordados. La semana pasada, la ciudad estableció récord tras récord para el mayor número de pacientes hospitalizados desde que comenzó la pandemia”, dice en su texto Natalie Kitroeff.
“Los médicos abrumados comenzaron a publicar súplicas desesperadas en las redes sociales, instando a los mexicanos a quedarse en casa y advirtiendo que no quedaban camas. Se están quedando sin medicamentos para sedar a los pacientes y especialistas para tratarlos, dicen”, cita el Times. “Estamos solos, el Gobierno federal no nos está ayudando, en realidad se lo están tomando a la ligera”, le dijo a la reportera una médico, Diana Banderas, quien trata a pacientes con coronavirus en el hospital Carlos MacGregor en la Ciudad de México. “Ahora, estamos colapsando”, dijo.
El Gobierno de la Ciudad de México remitió al Times a los recientes comentarios públicos de la Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, quien dijo que su administración había evitado paralizar la economía porque “esta época del año es realmente importante en términos de finanzas familiares”.
“A diferencia de muchos líderes mundiales”, dice Natalie Kitroeff, “el Presidente mexicano [Andrés Manuel López Obrador] no ha utilizado un programa de estímulo para apoyar a las empresas y los desempleados durante la pandemia. Sin una red de seguridad, cerrar la Ciudad de México en medio de la temporada de compras navideñas causaría un daño considerable a la economía del país. Pero permitir que los residentes de la Ciudad de México se amontonen en las tiendas, cenen en el interior y trabajen en sus oficinas durante dos semanas mientras se sabía que el virus se propagaba rápidamente ha aumentado la carga sobre un sistema de salud pública ya de por sí tenso, dicen los expertos”.
The New York Times dice que para determinar cuándo limitar la actividad económica en cada estado y en la capital, el Gobierno mexicano estableció un sistema que toma en cuenta 10 medidas de hospitalizaciones, infecciones y muertes. Luego explica el semáforo. “El cálculo asigna un cierto número de puntos a cada indicador, según su gravedad. Cuando la suma de todos los puntos totaliza más de 31, el estado o la ciudad capital se enciende en rojo” y eso provoca un cierre de actividades no esenciales.